Luisa Pastor crea, inventa…, recrea, juega y presenta en una experiencia única para el espectador un mundo nuevo, que conjuga pasados ancestrales cuando el trabajo era intenso y los materiales venían directamente del medio natural pero había que manipularlos para poderlos disfrutar, y el preciosismo, la apreciación en la tarea del detalle, que completa un resultado laborioso, eficaz, surrealista y bello. Porque en Luisa hay una vuelta a la belleza en el arte, a recuperar valores como la armonía, el descubrimiento del conjunto con todos sus detalles, y los ritmos del tiempo y del espacio, valores que de siempre hemos encontrado en la contemplación del paisaje. Pero para que éste exista tienen que producirse además dos contantes: sujeto observador y sujeto observado.
Pastor ha observado y sabe que, en esos pequeños accesorios de uso doméstico y materiales en eterno segundo plano, existe una belleza que a veces no sabemos comprender. Pero ella es artista y sabe elevar a tesoros objetos que para otros carecen de interés, convirtiéndolos en partes de imposibles máquinas que recogen el testigo de la inspiración dadaísta y surrealista de las primeras vanguardias. Máquinas que quedan perpetuadas para siempre en los espacios medidos de hojas de papel cuadriculado recuperadas de viejos cuadernos. Con delicadeza cose hilos, pega plumas, rotula medidas… todos los elementos observados interiormente, reunidos y combinados, quedan expuestos finalmente en un panorama único ante nuestros ojos.
El espectador de la obra tiene que contemplarla, disfrutarla, meditarla,…, igual que saborearía un paisaje natural. Y para ello necesita también del espacio y el tiempo, que no es más que el puente entre la tradición artesana y el futuro cibernético. Tiempo y espacio conectan ambos momentos. En el trabajo artesanal existe un tiempo íntimo, un tiempo de labor callada, un espacio personal de introspección y recogimiento del trabajo manual, en el que se entreteje la propia alma al fruto del trabajo, convirtiendo las visiones, el paisaje interior, en creación. Es el mismo tiempo y espacio del que dispone el hombre que ya no trabaja con sus manos y sólo tiene que apretar el botón de sus impresionantes maquinistas futuristas; tiempo y espacio para la contemplación interior, para hablar consigo mismo…. El resultado de ambos tiempos y espacios no es un objeto, es el paisaje interior del propio ser humano.
Texto de: Natalia Molinos
Historiadora y crítica de arte